El río sopla fuerte por los valles
anaranjados de nuestra infancia, va vertiendo su color interior como una gota
de vino, va perdiendo el color tras la turbia inflorescencia de sus últimos
momentos de vida y, dolorosa y lentamente van cayendo sus pétalos que cuando
tocan el suelo son un recuerdo más, pisado pero clavado en el pie de tu camino
como una espina de rosa, que tu insensibilidad te permitirá ni darte cuenta que
allí quedó y que la llevarás por siempre. Mas yo me libro del dolor sabiendo
que ha terminado aquel esplendor, y quizás algún viento dorado sople la última
hoja verde de nuestra pretérita y hermosa rosa, que se fue muriendo por tu
mustia negligencia.
Fernando Grécò: 26/10/12
Fernando Grécò: 26/10/12